GIA

El Grupo Ignaciano de Animadores (GIA) es un grupo que reúne estudiantes de 4to y 5to año y exalumnos del Colegio, que desean colaborar activamente en la pastoral del mismo a través de una misión concreta: la organización y el acompañamiento en retiros y campamentos del resto de los estudiantes del Colegio. En los últimos años, el GIA ha cobrado protagonismo en la vida de la institución ampliando su campo de acción y tomando parte en actividades.

La misión del estudiante GIA es fruto de la misma formación espiritual y humana que ellos han recibido a lo largo de sus años en el Colegio. El hecho de haber participado en distintas actividades, lo prepara para llevar a cabo esta tarea formando un círculo que se retroalimenta por la vivencia de cada uno de sus integrantes. Esto significa que el animador no es una consecuencia fortuita, sino el producto de aquello en lo que él mismo ha colaborado, permitiéndole a su vez continuar su formación desde un rol más activo.

Historia

La idea de invitar a estudiantes de los últimos años a acompañar en los encuentros y campamentos no es reciente, sino que era una costumbre ya instalada hace varios años en el Colegio. Si bien no era una modalidad organizada, sentó las bases de lo que es el grupo hoy en día.

Fue recién en el año 2011 que se constituyeron distintos grupos para comenzar a organizar los encuentros con Cristo del nivel primario. Mediante reuniones semanales, guiadas y coordinadas por Jesuitas y padres voluntarios, el GIA fue tomando forma. La novedad no residía tanto en la misión en sí misma, sino en la preparación y formación. Lo que antes era una actividad espontánea, comenzaba a organizarse lentamente.

Una de las actividades importantes de ese primer año fue el campamento de fin de año para todos los estudiantes y voluntarios de GIA que se realizó en San José de los Ríos, Provincia de Córdoba. Fue allí donde terminó de materializarse la organización del GIA mediante la redacción del primer borrador de la carta de presentación, elaborada por los propios estudiantes que asistieron a dicho encuentro. En la misma, se establecieron cuestiones centrales tales como: definición de las tareas y de los pilares del grupo, su estructura, organización de las reuniones y formación personal de sus miembros. Si bien, con el correr de los años se han ido modificando algunas de sus prácticas, el espíritu ha permanecido intacto.

Pilares

En la carta de presentación del GIA, se establecen tres pilares fundamentales para el animador que contribuyen al cumplimento de la misión. Estos ayudan a no perder el horizonte y mantener la esencia del grupo. Tal como sostuvimos en la introducción, el animador no es sólo un mero transmisor del Evangelio, sino que también le implica tener un encuentro permanente con Jesús a través de este servicio que Él mismo le ha encomendado. Es inseparable la vida espiritual personal con un correcto y coherente desarrollo de las tareas encomendadas a los GIAs.

“Creemos que tiene sentido entregar el tiempo y las energías de nuestra propia vida para colaborar en el crecimiento de la vida de nuestros hermanos. Valoramos como un hecho fundamental en nuestro grupo, el poder plasmar en obras concretas y a través de tareas específicos nuestro lema: ‘Ser hombre para y con los demas’.

Como bien decía San Ignacio: ‘el amor se ha de poner más en las obras que en las palabras’. Por eso, en el GIA buscamos siempre concretar por medio de distintos SERVICIOS (dentro y fuera del Colegio), este llamado que Dios nos hace de trabajar con Él y para los demás.” (Cfr. Carta de presentación del movimiento).

Como cristianos, y orientados por la espiritualidad ignaciana, vemos en la COMUNIDAD el medio para seguir nuestro camino hacia Cristo. La experiencia del GIA, siendo coherente con este sentir, no es una experiencia individual, sino que se vive en comunidad” (Cfr. Carta de presentación del movimiento).

Nuestra búsqueda personal de Cristo, así como el querer sentirnos cada vez más cerca del necesitado y del prójimo, encuentra en la comunidad un espacio de acompañamiento, oración y discernimiento.

Tener fe es creer. Creer en Dios es tener confianza en Él, abandonarse y ponerse en sus manos. Es sobre todo y antes que nada, encontrar a Dios, es decir, tener una experiencia viva de Jesucristo. Sólo quien ha visto a Cristo a los ojos y ha experimentado en carne propia el amor Dios se vuelve capaz de anunciarlo con su propia vida. La fe no es un salto al vacío sino la experiencia personal del Amor de Cristo. Para poder crecer en la fe, tenemos entonces que crecer en la oración, en la vida espiritual (personal y comunitaria). Tenemos que apostar por tiempos de “encuentro” con Dios, ya sea en la vida diaria, en la Eucaristía de los domingos, en Retiros, campamentos, etc.” (Cfr. Carta de presentación del movimiento).

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